Ante todos los intentos de parte de los gobiernos progresistas de izquierda de tratar de domar al capitalismo, o más aun, de domar a los capitalistas, los marxistas, una y otra vez hemos advertido que, sin duda alguna, hacerlo es arar en el mar. No hace falta ser un sesudo intelectual, economista y/o politólogo, para entender lo antagónicos que son entre sí, los intereses socialistas de la clase trabajadora por un lado, y por el otro los mezquinos intereses de la clase burguesa.
Esto se hace totalmente obvio al
comprender que uno de los resultados definitorios del socialismo no sólo
es acabar con la mayoría de los males que vive en la actualidad la
sociedad humana, sino también acabar y reemplazar al capitalismo, es
decir, acabar con los nocivamente poderosos monopolios y latifundistas
así como con todo el poder político-económico de los banqueros e incluso
de las mafias del narcotráfico. Mafias bastante poderosas, por cierto,
en nuestro vecino país Colombia, y en los EE.UU.
Es simple lógica común, que estos
titanes económicos no van a escatimar el mínimo esfuerzo hasta haber
aplastado todos los conatos de socialismo en el mundo, incluso mucho
antes de que se consoliden y puedan convertirse en una amenaza seria
para la hegemonía del capital. Para la burguesía, esto es un asunto de
vivir o morir. Ante tal proposición, el naciente socialismo también debe
plantearse el debate entre asumir la tarea de convivir con su enemigo
mortal, mientras éste no descansa en intentar derrotarlo, o por el
contrario, atacar primero y demoler las bases de la economía anárquica
del capitalismo, cambiándola por una economía planificada.
Para saber qué posición debemos asumir
los revolucionarios entonces, ante las alternativas que se nos plantean,
tan sólo debemos recordar el golpe de estado llevado a cabo por la
oligarquía burguesa de Venezuela, incluso antes de que la Revolución
Bolivariana diera su giro hacia el Socialismo. Bastaron unas pequeñas
reformas en las leyes Agrarias y de Hidrocarburos, aplicadas por el
comandante Chávez, para que la burguesía promoviera y llevara a cabo un
feroz y asesino golpe de estado.
El estudio del marxismo se adelanta ante
estos hechos permitiéndonos entender el por qué de estas acciones. Es
simple, toda política llevada a cabo para el beneficio directo de la
clase trabajadora, necesariamente implica la pérdida de privilegios para
la burguesía, mientras que beneficiar a la burguesía necesariamente
significa desmejorar la calidad de vida del pueblo llano. No hay tercera
vía posible, o es con la clase trabajadora, o es con la burguesía.
Regresando a la actualidad, luego de las
reuniones de diálogo con la burguesía realizadas por el gobierno
bolivariano, debemos preguntarnos: ¿Se ha acabado el golpe económico
contra el pueblo y la revolución? Nuevamente los marxistas nos
adelantamos y afirmamos que no, porque no basta apelar a la buena
voluntad de la clase dominante. Mientras la revolución se mantenga fiel
en el carril hacia la construcción del Socialismo, la burguesía no
dejará de lado sus intereses de clase, para ponerlos por debajo de los
de la clase trabajadora, clase que ellos mismos explotan y de cuya
explotación depende el capital que ellos acumulan, así como todos los
privilegios que poseen.
Pero lo que es más grave aún, es que si
en efecto la burguesía nacional, representada por las familias Mendoza,
Cisneros, Capriles, etc. y sus respectivos brazos políticos de la MUD, o
la burguesía internacional, de EE.UU., Inglaterra, España, Colombia, o
cualquier otro país, ahora colabora con la Revolución Bolivariana, es
importante entonces entender que la única explicación que puede darse a
esto, es que el camino revolucionario se ha desviado hacia mantener
vivo el capitalismo en Venezuela y sólo hacer reformas sociales dentro
de ese marco económico. Sólo así quizás (pensarán los reformistas),
pueda ser que la burguesía frene los embates que desde 14 años viene
lanzando en contra del gobierno del Comandante Chávez, y ahora, contra
el gobierno del camarada Nicolás Maduro, pero nada más alejado que esto
de la realidad. La verdad, es que la burguesía no descansará hasta ver
derrotada a nuestra amada Revolución Bolivariana.
Ante ello, los marxistas del PSUV
planteamos de manera firme que, para solventar los problemas económicos a
los que nos tiene sometidos la oligarquía, no se necesita pedirle a
ésta que desarrolle las fuerzas productivas del país. No debemos olvidar
que esta misma burguesía que nos ataca hoy en día, es la misma que
existía en los gobiernos derechistas y neoliberales de la IV República.
Entonces, si no tuvieron la más mínima intención en el desarrollo
económico del país, aun teniendo a un gobierno aliado y entreguista que
sólo gobernaba para sus intereses, sería de inocentes esperar que ahora
sí lo hagan, cuando al frente tienen un gobierno de izquierda que se
reivindica como socialista, es decir, como anticapitalista.
Sobre esas mismas bases, debemos
analizar las relaciones con países de América Latina como Argentina y
Brasil, ya que, a pesar de que sus gobiernos son amigos y aliados de
nuestro gobierno bolivariano, éstos siguen ondeando las banderas del
capitalismo en sus respectivos territorios, por lo cual, debemos
recordar que en los mismos las empresas de producción de alimentos no
están bajo el control del estado, sino que por el contrario, están en
manos del capital privado. Entonces, aunque los acuerdos bilaterales se
establecen entre nuestros gobiernos, al final esos acuerdos y
negociaciones terminan siendo exclusivamente con las burguesías locales
de estos países y, como burguesías al fin, las burguesías brasileña y
argentina se parecen mucho a su hermana venezolana en el hecho de que lo
único que las mueve es el afán de lucro y la obtención de ganancias. Al
final, a las burguesías latinoamericanas sólo les interesa la unidad
latinoamericana y la patria grande en todo y cuanto les permita ganar
más dinero.
Estos convenios, si bien a corto plazo
pueden permitirnos abastecer inclusive la totalidad de la demanda de
mercancías de primera necesidad, a largo plazo representan una fuga
importante del dinero producto del petróleo, a través de importaciones,
que bien podría invertirse en el desarrollo de la industria nacional, lo
que, aunque no resolvería los problemas de forma mágica e instantánea, a
mediano plazo representaría la consolidación de unas sólidas bases
socialistas bajo una economía planificada, pero esto no es posible
realizarlo mientras la economía siga en manos de la burguesía.
La única solución real de estas
profundas contradicciones, no es otra que la expropiación de los
monopolios nacionales y trasnacionales (que han llevado adelante un
golpe económico durante los últimos meses), pero bajo el control
democrático de la clase obrera, y no bajo el control de la ya demostrada
ineficiente burocracia. Sin embargo la tarea no concluye allí, también
hace falta completar la expropiación de la totalidad de los grandes
latifundios en el país, e impulsar la industrialización del campo, para
así poder planificar y autoabastecer toda la demanda alimenticia del
país, llevándole a los trabajadores del campo, los mismos servicios y
comodidades de las ciudades, a fin de evitar que continuamente nuestras
ciudades rurales sigan sufriendo de migraciones constantes hacia las
capitales de los principales estados de Venezuela.
Ahora bien, para continuar con este
proceso de desarrollo de los medios de producción nacionales, hace falta
también la expropiación de la banca privada, para aprovechar todo este
capital que en la actualidad se llevan al extranjero los bancos del
país, pudiendo también financiar las misiones, como la Gran Misión
Vivienda Venezuela, entre otras.
En resumidas cuentas pues, lo que hace
falta para salir de difícil etapa económica por la que actualmente
atraviesa la revolución, no es dialogar con la burguesía nacional y
decirle que se dedique a invertir y a producir. Lo que hace falta es
expropiarla, y comenzar a producir bajo el control de todo el conjunto
de la clase obrera, y sobre la base de un plan nacional de producción
que permita satisfacer de manera contundente y radical las necesidades
del pueblo trabajador en materia de vestido, transporte, vivienda,
empleo, alimentos y demás necesidades básicas. Manos a la obra pues.
Este es el momento de dar la estocada de muerte al capitalismo y el
salto hacia el socialismo. Frenar los cambios y conciliar con las clases
dominantes sólo puede conducirnos a la derrota. Es hora de radicalizar
la revolución.
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