En el hambre, el desempleo y la ignorancia se condensan todos los crímenes y los delitos
Ilustración: ¨La Justicia y la Ley¨ (1923-24) Mural de José Clemente Orozco
Esa idea de “Justicia” incubada por el capitalismo, que defienden no pocos jueces, abogados, profesores y policías… entre otros, es nada menos que un amasijo ideológico emanado de los intereses de clase que, con algunos pasadizos ingeniosos, ha servido principalmente para engañar, asustar y someter a los pueblos. Sin la trama ideológica diseñada, por ejemplo, para resguardar la “propiedad privada” la mascarada entera de la “Justicia” burguesa se derrumba en segundos
Sin el tejido de intereses de clase, subyacentes en el cuerpo ideológico de la mayoría de las leyes y reglamentos burgueses, la idea de “Justicia”, que financia el capitalismo, no es más que un circo demagógico, tramposo y corrupto, padre de muchas de las peores injusticias perpetradas contra la humanidad. Hablar de Justicia no es asunto exclusivo de jueces, abogados o de “especialistas”. Tampoco es asunto sólo de instituciones gubernamentales. Es asunto de un pueblo entero y de su revolución en específico. Hablar de “Justicia” es parte de la lucha.
Es verdad irrefutable que los pueblos claman por mejor y más expedita “Justicia”, pero no claman por la “Justicia” de los amos, no claman por la “Justicia” de los latifundistas, de los banqueros, de los empresarios y de los clérigos que, por ejemplo, han instalado su “derecho” a la usura como un principio universal de privilegios para esquilmar a los pobres y convertirlos, además de víctimas del capitalismo, en “criminales”. Defender semejante aberración es necesariamente un delito.
A espaldas de los pueblos, las oligarquías imperialistas se reparten el botín producto de explotar a los pueblos, a sus trabajadores y a sus recursos naturales. Banqueros, empresarios, terratenientes e iglesias con ayuda de no pocos gobiernos serviles, mueven inmisericordes sumas de “ganancias” delincuenciales, mientras hunden en la miseria, el desamparo, el desempleo y la desesperación a pueblos enteros. La suma de desocupados a nivel mundial es hoy monstruosa, el hambre es una amenaza a todo galope, la ignorancia arrasa generaciones enteras y ya sufrimos un impasse de tristeza desgarradora que mezclada con desolación y desesperanza configuran un delito universal incalculable contra la humanidad. ¿Qué “Justicia” toma cartas en este asunto? Sólo la nueva Justicia socialista que los pueblos deben impulsar para su salvación plena. Todo lo demás es, ahora mismo, palabrería y engaño. No alcanza con buenas voluntades filantrópicas.
Urge poner sobre la mesa de todos los debates emancipadores el concepto de Justicia que la historia actual de la humanidad reclama inmediatamente. No hay pretextos a menos de que seamos cómplices de todos los crímenes sistemáticos acurrucados en cada fechoría del capitalismo en las fábricas, en las iglesias, en los bancos, en los campos, en las escuelas… en los “asesinatos democráticos” que ya horrorizan a nuestra historia entre carcajadas de burócratas yanquis. Urge poner sobre la mesa, el debate sobre la Justicia socialista y no distraernos con encrucijadas reformistas ni maquillajes de ocasión. Urge ir a fondo porque la “Justicia” de la burguesía ya ha cometido injusticias monstruosas que llenan páginas de historia, celdas penitenciarias, expedientes judiciales amontonados en oficinas inclementes, llantos, muerte, dolor, vejaciones, torturas, desesperanza y rabias… un verdadero “crimen de lesa humanidad”. ¿Quién responde por eso?
No hay libertad imaginable sin Justicia socialista. El capitalismo es un crimen perpetrado por sociedades anónimas, alianzas y “convenios internacionales” cuyo camuflaje aberrante y degenerado consiste en hacerse pasar por sistema legal y justo. El capitalismo es hoy un sistema de ladrones que secuestraron las herramientas de producción y despojaron a la humanidad de su derecho legítimo a desarrollarse y ser feliz. Ese secuestro de las herramientas de producción, tipificable como delito de lesa humanidad, conlleva crímenes horrorosos en los que podemos listar guerras usureras, terrorismo mediático y degeneración intelectual. Golpizas, insultos, humillaciones, vejaciones y discriminación a mansalva en cada episodio del sistema, cada día y cada instante. Desde la perversión del asalto a la plusvalía, hasta las misas dominicales que exigen sumisión y resignación, pasando por las no pocas farsas electoreras burguesas y los nada ingenuos programas de televisión enajenantes… un delito impulsa al otro, se solapan y se camuflan.
En una etapa de transición hacia el socialismo, la Justicia tiene el deber supremo de frenar todo intento retrógrado, todo intento regresivo contra los avances materiales y concretos y toda ofensiva contra los avances de la conciencia emancipadora. Lo Justo es obedecer rigurosamente el camino de la mayoría que ejerce su voluntad democrática y participativa para liberarse de los yugos burgueses. Lo Justo es que nadie imponga injusticias contra el pueblo movilizado para salir del capitalismo. Eso incluye hacer ese tipo de Justicia que torna visibles todos lo manejos invisibles que el capitalismo ha inventado y sancionarlos ejemplarmente. Justicia para la emanciparnos de la ideología de la clase dominante. Que los pueblos dejen de ser blanco de la represión “legal” y que los pueblos no sean rehenes o extranjeros de su propia tierra.
Que, durante el esclavismo, la esclavitud no fuese considerada delito no implica que se acepte, mansamente, una campaña burguesa exculpadora de todo atropello contra el género humano. Que el capitalismo no considere a la explotación como un delito, en los hechos punible, no implica que debamos entonces celebrarlo como un triunfo de la legalidad burguesa ni como un ejemplo de fortaleza moral jurídica. Por lo demás no podemos ser tan ingenuos como para seguir confundiendo a la Justicia con las instituciones que se suponen salvaguarda y activadoras de aquella, y que bajo el capitalismo sólo la degradan confunden y postergan. Hay que combatir a todas las instituciones y todas las condiciones en las que el ser humano vive como un ser miserable, explotado, oprimido, alienado… mutilado en suma e incapacitado para desarrollar todas sus cualidades actuales y futuras. No permitamos que una aristocracia sustituya a otra por más disfraz revolucionario que se invente. El problema de la Justicia no es un problema “moral”, todo lo contrario, es un problema material y concreto vinculado a la distribución de la riqueza física e intelectual, sus condiciones objetivas de igualdad y acceso a las herramientas propias de la dialéctica del desarrollo, indisolublemente individual y colectivo.
En una situación transicional hacia el socialismo es necesario afianzar la idea de que sólo se logrará plena Justicia cuando no existan los antagonismo de clases, cuando haya un reparto equitativo de los bienes y las herramientas de producción, cuando la humanidad goce de la libertad que construyó con mano propia. Los seres humanos tendrán Justicia plena sólo cuando den por terminadas las relaciones de producción que hoy generan la miseria y las crisis inmorales que derivan de ella. Eso no se logrará con dictados morales o moralistas, sobre el orden actual del mundo, sino con la supresión efectiva y definitiva del capitalismo.
A la Justicia socialista no le alcanza con remordimientos funcionales que reconocen al capitalismo como fuente delictiva suprema, vengan de donde vengan los confesionarios, de lo que se trata es de alcanzar un estadio de organización social en el que la Justicia sea una de las condiciones concretas de toda forma de felicidad colectiva y entonces sea justo el deber y sea justo el placer de crecer sin interrupciones, sin esclavitudes y sin mezquindades. La transición al socialismo debe asegurar las bases de semejante avance, sin dilación, si dudas y sin escamoteos.
No importa que tan ingeniosos sean los enredos “lógicos” o procedimentales que inventen los leguleyos burgueses para hacernos creer que la Justicia es una utopía ya realizada por el “Derecho” capitalista, la realidad es contundente, ofensiva, degradante y desafiante. Entre otras cosas porque el “Derecho” en manos de la burguesía ha sido incapaz de hacer Justicia, su rezago monstruoso, los millones de expedientes arrumbados en las oficinas de los jueces… y los millones de inocentes en las cárceles y en la humillación (por dar un ejemplo parcial) son prueba de su derrota. Es impensable la Justicia, hoy, sin tocar radicalmente al capital ni a la ganancia.
La palabra Justicia es una palabra profunda e histórica cuya base semántica debe, indisoluble y necesariamente, ascender a lo material y lo concreto. Su significado no es un problema de diccionario sino de la praxis. Comprende a la conducta virtuosa de vigilar que cada quien tenga lo que le corresponde, bajo las directivas del derecho, la razón y la igualdad de condiciones socialistas. Pero la Justicia implica mucho más que distribución o vigilancia de las leyes. Contiene la premisa de la igualdad de trato en igualdad de condiciones y para la igualdad de bienestares inclusivos. Irrenunciablemente inclusivos. La Justicia no puede ser reducida a un cuerpo de razones y operaciones represivas, debe ser producto objetivado de un filosofar humanista emanado del socialismo científico. Bajo el capitalismo la Justicia ha sido reducida a meditaciones del fetichismo metafísico burgués donde reina la palabrería que reza la “igualdad” de todos ante la ley, cuando en la realidad sólo se enmascara un laberinto de corrupción y de opacidad burocrática y técnica, que agudizan la injusticia y las condiciones de desigualdad propias de las sociedades divididas en clases.
La Justicia no existe sin justicia social y aun los Estados en transición al socialismo corren peligro si no superan a la “Justicia” burguesa que sobrevive en ellos. Peligro serio si no se combate la influencia hegemónica de la burguesía en el campo de las “leyes” diseñadas a su conveniencia. La “Justicia” no puede reducirse a la idea de “monopolio de la coerción”, sino que debe ser, dialécticamente, herramienta de un poder emancipatorio y garante de la emancipación permanente. Por eso uno de los principios esenciales como el de “de cada cual según su capacidad; a cada cual según su trabajo”, adquiere sentido sólo cuando incluye la objetivación de la emancipación, también, del pensamiento, de la cultura, de los hábitos y de los gustos… porque expresa que la sociedad, para ser justa, debe encarnar, volver carne, de sus miembros, la lucha y la garantía de la emancipación plena y permanente. Sólo así la Justicia socialista será por naturaleza, la base de una sociedad justa “la más justa de todas”, “la única verdaderamente justa”. Y eso implica, al menos, desarrollar la Justicia frente a las necesidades, la Justicia frente a las capacidades, el problema de la libertad, el problema de la igualdad, el problema del desarrollo y el problema de la inclusión de todos en los modelos de planificación para el corto, el mediano y el largo plazo. En suma, desarrollar el Socialismo científico. Especialmente el derecho universal e inalienable a luchar por la Revolución Permanente. Eso sí que es Justo, porque es necesario.
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